Cambio seguridad por mariposas en la panza


Después de un día duro de trabajo ella llego a su casa, el trayecto en metro había sido pesado y el aire espeso, repleto de humedad enfatizaba el cansancio del día.
Abrió la puerta, pensó en el largo día, y tomo la sensata decisión de irse a la cama. Dejo que la ducha hiciera de nana y que los aceites de Melisa le ayudaran a descansar.
A medida que conciliaba el sueño, su mente en blanco escuchaba lejano todos los sonidos del hogar. Entre grises y blancos luminosos, empezó a disfrazar una suave música que venia de la ventana, casi adormecida con una sensación de impoluto placer, se entrego a los brazos de Morfeo como si su vida dependiera de ello.


Exactamente las tres cuarenta y dos, así marcaba el reloj encima de su mesa de noche, el camión de la basura callo las voces cálidas de sus sueños.

Lentamente se incorporo y se dirigió hacia el salón, en un acto reflejo tomo la cajilla de cigarros que cuidadosamente dejaba en aquella vieja biblioteca azul.

Prendió un cigarrillo y pensó, "el primero del día, o el ultimo según se lo mire", dibujo una sonrisa y en un impulso casi macabro se asomo a la venta, miro hacia abajo, siete pisos la separaban del suelo, tan alto para su acostumbrada casa de pueblo, que casi le faltaba el aliento, su ojos se dirigieron al cielo y ahí la vio: Blanca impoluta tan brillante que los mismo diamantes sentirían envidia, la acompañaban un sin fin de estrellas ninguna igual a su reflejo de pureza.

Sin saber porque de repente se sintió desamparada, quizás como nunca en su corta-larga vida se había sentido.

"Tal vez sea hora de dejarle salir de mi vida... Tal vez tal vez."

Adiós soledad, te llamare de vez en cuando, solo si prometes que no te quedaras.


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